Ella, la nada,
nos seduce y nos traiciona.
Ha de ilusionarnos,
con el mar
en un desierto.
Entregándose toda,
nos cita, invita,
nos arrebata los sueños.
Ella, es invisible.
Ella, es intangible.
Privados, enajenados y sedientos,
de ese infinito perplejo.
Nos llenamos por nostalgia,
nos hacemos a la nada.
Por, Federico José Capparelli
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